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miércoles, noviembre 30, 2005

.: Fusión de realidades :.

El Barrio Mapocho es un lugar con historia. Las calles Bandera, San Pablo, Puente y Mapocho delimitan un submundo lleno de contrastes, tanto arquitectónicos como sociales. Ya sea en los hacinados edificios o en las caletas que alberga el río homónimo, todos encuentran acogida en este sector.

Una imagen representativa del sector la componen el Mercado Central y La Vega, galpones donde se encuentra la mejor selección de frutas, verduras y pescados, además de la gastronomía marítima que se degusta en el mismo Mercado. Pero el mayor icono del barrio Mapocho es la estación de trenes con el mismo nombre, una oda arquitectónica al Renacimiento. Diseñada por Emilio Jecqiuer y construida en 1910, es Monumento Nacional desde 1976. Once años más tarde de ese nombramiento cerró sus andenes, con una imagen alicaída que revivió recién en 1994 –tras la iniciativa del presidente Patricio Alwyn. Hoy, el Centro Cultural Estación Mapocho es un espacio educativo que organiza exposiciones, conferencias, ferias y conciertos.A un costado de la estación está la cuna del desarrollo cultural para los jóvenes: el centro Balmaceda 1215. Con talleres gratuitos sobre literatura, danza, cine y teatro, permiten que los adolescentes desarrollen su veta artística y se alejen de las drogas y la delincuencia –ese es el objetivo del proyecto. Otra opción para recrearse es el deporte, sobre todo el fútbol: el Club Deportivo Ricardo Cumming, por ejemplo, practica semanalmente en las Multicanchas del Parque de Los Reyes, abiertas para todo el público.

Otro atractivo es el mítico bar “La Piojera”, donde el pipeño barato y los fieles clientes están a la orden del día. Si de comer se trata, la calle Bandera está llena de “picadas” con precios convenientes, que compiten codo a codo con las cadenas de comida rápida que irrumpieron en el barrio.

Sin embargo, el contraste del sector va más allá de las viviendas de arquitectura francesa y los modernos edificios empresariales, o los almuerzos con cazuela o papas fritas y hamburguesas. La pobreza y la delincuencia han aumentado en los últimos años, y
las calles General Mackenna y Aillavilú se han hecho famosas por los asaltos y el microtráfico de drogas.Las caletas bajo los puentes que cruzan el Mapocho muestran otra realidad del barrio: ahí viven decenas de jóvenes que delinquen para sobrevivir, y la única ayuda que reciben es de parte de la Casa de Acogida del Hogar de Cristo, que busca acompañarlos y satisfacer sus necesidades básicas –con el exiguo presupuesto que tiene la institución.Así se perfila el barrio en la actualidad: el encanto y la tradición se fusionan con la pobreza y la delincuencia, reuniendo personajes, historias y vestigios del sector que permanecen intrínsecos en la memoria urbana.